
La habitación se obscureció, parecían las tinieblas de aquel terrible infierno. Todo el mundo estaba temerosamente en silencio. Luces de colores aparecieron frente a mí y fue entonces cuando comprendí que me encontraba en el paraíso terrenal. Puedo recordar tus movimientos, silentes, libres, volátiles y únicos. Yo no quería que continuaras danzando, pues con cada movimiento tuyo causaba un fuerte temblor en mi alma; conforme respirabas, robabas mi aire; conforme saltabas, la gravedad caía sobre mí; mientras te movías, el inexorable tiempo me hacia envejecer.
Eras, pues, aquella palpitación de mi corazón y si te detienes de bailar, moriré entonces. Hermosa dama, no permitas que nadie te detenga, baila, ríe, respira, vuela, grita, porque si dejas de hacer eso, mi corazón dejará de latir.
Eras, pues, aquella palpitación de mi corazón y si te detienes de bailar, moriré entonces. Hermosa dama, no permitas que nadie te detenga, baila, ríe, respira, vuela, grita, porque si dejas de hacer eso, mi corazón dejará de latir.
-
César Iván Hernández Vega
- Fecha no recordada -
No hay comentarios:
Publicar un comentario