sábado, 15 de diciembre de 2007

Baile


La habitación se obscureció, parecían las tinieblas de aquel terrible infierno. Todo el mundo estaba temerosamente en silencio. Luces de colores aparecieron frente a mí y fue entonces cuando comprendí que me encontraba en el paraíso terrenal. Puedo recordar tus movimientos, silentes, libres, volátiles y únicos. Yo no quería que continuaras danzando, pues con cada movimiento tuyo causaba un fuerte temblor en mi alma; conforme respirabas, robabas mi aire; conforme saltabas, la gravedad caía sobre mí; mientras te movías, el inexorable tiempo me hacia envejecer.
Eras, pues, aquella palpitación de mi corazón y si te detienes de bailar, moriré entonces. Hermosa dama, no permitas que nadie te detenga, baila, ríe, respira, vuela, grita, porque si dejas de hacer eso, mi corazón dejará de latir.
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César Iván Hernández Vega
- Fecha no recordada -

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