lunes, 14 de diciembre de 2009

¿Profesor o Maestro?


“Cuando terminen los pasos

del maestro, su alumno continuará

el camino”

César Iván Hernández Vega

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“Necesitamos mejores profesores”. “Debemos mejorar la calidad de los profesores”. Éstas y muchas frases más hemos escuchado a lo largo del siglo XX y comienzos de este nuevo siglo. Sin embargo y con todos los esfuerzos que hacen las instituciones de gobierno en materia de educación, hemos sido testigos de la desmotivación por parte de los alumnos para seguir estudiando, aprendiendo y comprendiendo los conocimientos para mejorar este mundo. Claro está que con estas nuevas tecnologías como el Internet, las redes sociales, las telecomunicaciones que cada día están al alcance de la gran mayoría, los niños y las niñas se encuentran sumergidos en un mundo de distracciones que le apartan de su objetivo más primario: estudiar. Y estudiar no sólo es presentarse al salón de clases y repetir las mismas palabras que dice el profesor. Tampoco es repetir por largas horas la lección de matemáticas e historia de manera mecánica, automática o de manera monótona.

El estudiar debe ser algo exquisito, y en realidad lo es. El estudio es un privilegio del Ser Humano como la máxima expresión de su racionalidad, de su avance en la escala evolutiva en lo que a conocimiento se refiere. Sin embargo, debemos preguntarnos <¿Quién nace con el conocimiento?> Absolutamente nadie. Todos necesitamos de un guía para adquirir ese conocimiento, para comprender los fenómenos que a nuestro alrededor (e interior) ocurren. En pocas palabras, necesitamos Maestros.

Entonces ¿necesitamos “profesores” o necesitamos “maestros”? Todo parece que son sinónimos e incluso los tomamos como iguales. Pero ¿cuál es la diferencia entre un profesor y un maestro?

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Retomemos un poco la historia. La palabra “profesor” se deriva de la palabra “profesar”, luego entonces antiguamente quienes profesaban eran los profetas. Los profetas eran personas que se dedicaban a ir de pueblo en pueblo a hablar de la Palabra de Dios (en cuanto a religiosidad se refiere). Sin embargo, existía una cualidad de los profetas. Éstos permanecían en un pueblo por un corto periodo de tiempo y sin más, se marchaban hacia otro poblado. Había dado la Palabra, pero no se detenía en instruir en grados más altos a sus oidores. Esta labor ha sido loable pues era un gran compromiso el alejarse de la familia y los amigos en la búsqueda por la difusión de la Palabra.

Ahora bien, la palabra “maestro” se deriva del latín “magíster”, la cual proviene del prefijo latino “magis” que significa “más”. Magíster era lo opuesto al “Minister” que provenía del prefijo latino “minus” que significa “menos”. Así, el maestro o magíster era el más apropiado para realizar una labor. Pero esto no queda aquí. En el ámbito de la construcción, eran los maestros de la misma quienes instruían poco a poco a sus alumnos o pupilos para que en un futuro fueran iguales o mejores que los maestros de ese tiempo. No es casualidad la frase “El alumno supera al maestro”.

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En la educación, esto no ha cambiado del todo. Seguimos encontrando a profesores y maestros en cada escuela de nuestro planeta. Ningún país es ajeno a esto. Siguen habiendo profesores que llegan a una escuela, exponen el tema y cuando suena la campana, se dan la media vuelta y se retiran sin preocuparse por el avance de cada uno de sus alumnos.

También hay maestros. Maestros que se preocupan por el avance y crecimiento integral de sus alumnos. Maestros que no ven al alumno como una fuente de dinero, sino como un Ser Humano que tiene derecho a recibir una adecuada educación, pues a final de cuentas quien agradece la adecuada educación de un Ser Humano es el planeta entero.

Con todo esto, es necesario que cuando una persona toque a la puerta de nuestra escuela le preguntemos: ¿profesor o maestro?